Cambios, novedades, conmociones grandes y conmociones más grandes. Conmociones conmocionantes que conmocionan al mundo. A las 8, Apocalipsis; a las 8:30, El saludo a la nueva era. El parto del nuevo hombre/ la nueva mujer, nuevos lectores, nuevos ciudadanos. El parto de los montes.
Activos, aunque espectadores; consumidores, pero críticos. Inquietos. Voraces. Participativos. Ante todo, participativos: gilipollez 2.0.
No quiero darle otra vuelta a Baudrillard, que era muy cansino, ni voy a inventar otra vez la lentitud, la introspección, ni la bolsa de agua caliente. Solo que pasa, a veces, que no queremos estar al tanto, saber qué se cuece. Que a veces no hay nada que comentar cuando se lee una noticia en el periódico, o una entrada en un blog. Que es posible no tener una clara actitud ante un fenómeno (digamos, el 15M, o el libro electrónico, o la sombra de ojos azulada), como es posible ser perezoso, pasivo, ensimismarse, desconectarse. Y sin que la desconexión sea una nueva tendencia, otra tendencia, otra puta tendencia. Y ahí quería llegar.
La obsesión por el hilo que pueda seguirse, la imagen impactante ha calado mucho más allá de los medios de comunicación y las agencias de publicidad. Así, los políticos, los bloggeros, los artistas tienen siempre acelerado el pulso: rápido el comentario, la novedad, la respuesta, otra novedad. La hiperestesia ya no es un estado, es una condición.
Hoy yo no acabaré esta entrada, lo hará Flaubert, que yo tengo una flojera 2.0:
“¿Qué hiciste todo el día, mientras yo miraba el trigo que segaban, y el polvo, y los árboles verdes? ¿Cómo pasaste el domingo? Querría escribirte una carta buena y larga, pero tengo mucho sueño, aunque no son las diez. He traído aquí algunos libros que leeré poco, y mis guiones de la Bovary, en los que trabajaré mediocremente. Voy a comer, a fumar, a bostezar al sol, y sobre todo a dormir. A veces tengo grandes necesidades de sueño durante varios días, y prefiero un barbecho completo que media labranza.”