sábado, 31 de diciembre de 2011

El año que vivimos peligrosamente (y II)

Oye, que ya era hora, que se va 2011.  Eso sí, como 2012 viene fuerte, preparen la nostalgia de 2011 que la necesitarán enseguida. 

No podía escribir, pero he querido cerrar el año de regardé con un post cortito, a vuela pluma, para desearles a mis cuatro lectores buena noche y que cojan ya la cogorza trompetera que necesitaremos sostener sin que decaiga los próximos doce meses. O a lo mejor no hace falta, porque brota enseguida el millón de empresarios de Rajoy. Yo he visto al lado de mi olivo una especie de bultito y lo vigilo a diario, por si sale un empresario y necesita riego, fertilizante o que le entregue el olivo sin rechistar. Haré lo que me pida.

Fui a ver “The Artist” con mi chica el otro día. A mí me gustó, pero algo menos (un poco larga la caída, el “descenso a los infiernos” que diría un crítico; el resto de clichés y citas funcionan muy frescos y van cobrando vida) que a mi chica, porque no tengo la cultura cinematográfica que a ella le permitía ver todas las referencias y juegos. A mí me nació enseguida una duda: ¿me habría gustado más si no hubiera leído tres o cuatro críticas?, ¿si no me la hubieran recomendado cinco o seis personas? ,¿si no hubiera sabido nada de sus premisas? Creo que sí. Ha llegado un punto en que la cantidad de orientaciones consiguen que cada uno vea, oiga, lea, coma exactamente lo que espera ver,oír,leer y comer. ¿Cómo que un buscador de internet selecciona según mi historial de búsquedas? Todo parece orientado a que nuestro “perfil” de comprador sea satisfecho, a que no salgamos de nuestro nicho de mercado. El mito ridículo de la personalidad convertido en cárcel, eso sí, bien decorada y con apariencia de variedad. Los que engordamos y crecimos más allá de ese disfraz adolescente nos vemos ahora devueltos a él por obra y gracia de la tecnología, los suplementos de los periódicos, y los creativos publicitarios. Como una librería o una biblioteca donde antes de entrar supieran qué has leído esta semana y te llevaran, con orejeras, a la sección donde encontrarás cosas similares, sin el gusto de pasear, dar vueltas, equivocarte, dar con lo inesperado. Pueden meterse mi historial, mi perfil, la personalidad que no tengo y mis preferencias de consumo por donde les plazca y, por favor, que no me hagan la vida tan fácil, que ni puta falta me hace.

Bueno, como ven, acabaremos 2011 con el espíritu que hizo nacer Regardé hace unos seis meses: la pega, la duda, la objeción. Con él seguiremos el año próximo. Gracias a los que han pasado por aquí. En un mundo donde Piqué o Sergio Ramos se tiran un pedo y tienen dos millones de “me gusta”, las cuatro mil quinientas visitas de Regardé parecen pocas, pero son muchísimas para un blog concebido como desahogo y confiado a la generosidad lectora de cuatro amigos. Gracias, de verdad. Feliz año. No olviden:
“Porque no hay comienzo
que continuación no sea,
 y el libro del acontecer
está siempre abierto por la mitad”
                        Wislawa Szymborska

lunes, 19 de diciembre de 2011

El año que vivimos peligrosamente (I)


1. 2011 no ha estado tan mal. No era 2012. Eso hay que reconocérselo a  2011. Nos parecía chungo, pero no era 2012.

2. Si 2012 es como lo anuncian, deberíamos saltar directamente a 2013,  a ver si así...

3. Este invierno no nos pueden distraer ni con la ola de frío, que sigue sin llegar. Al menos han podido llenar un par de telediarios con el viento, pero el frío viene todo de las tijeras premonitorias de De Cospedal. Nada atmosférico.

4. Yo soy de los que a los amigos les decía que qué más da, que los medios solo responden a intereses empresariales y que por suerte cada vez más gente usa Internet. Ahora, con CNN+ desaparecida, Cuatro como una pústula más de Tele5, la Sexta comprada por Antena3 y TVE a punto de ser entregada a los Urdacis del pasado o del futuro, empiezo a llamar a los amigos para pedirles perdón y ofrecerme a recorrer las calles con teletipos en la mano que contradigan la realidad televisiva. Eso sí, que me pongan estufas de esas de las terrazas, por si arrecia la ola de frío (lo llamaremos, en adelante Frío Cospedal, que es como el frío glacial, pero a lo bestia).

5. Hace unos 15 años me llamaba la atención la estulticia de los noticiarios norteamericanos, pero, tontorrón como (ya) era, lo que más me horrorizaba era su formato: la acumulación frenética de imágenes sin noticia detrás, el titular baldío, el susto continuo al ciudadano, la banalidad hecha espectáculo diario, ninguna información superando los 30 segundos. Era (ya) joven e inocente, así que creí que aquello (como los centros comerciales clonados llenos de multisalas donde las hordas de consumidores echaban días enteros) tardaría en llegar aquí, a la vieja y politizada Europa. Un vidente como la copa de un pino, un servidor. Por suerte, Rappel había marcado una senda estética que yo no me sentía capaz de seguir, y seguí con mi trabajo diurno pese a la seguridad que tenía en la exactitud de mis predicciones. Por suerte. Por si hiciera falta, tengo que decir que los EUA tenían muchas cosas que me parecían dignas de imitarse, pero no imitamos ninguna. De las otras, casi todas. Un día de estos les hago una lista. En cuanto Hilario Pino ejerza de periodista, o se ondule la melena. Lo primero que pase.


6. Las televisiones se niegan a dar imágenes por un acto clarísimo de autocensura, pero parece confirmado que los elfos de Santa Claus tienen todos minicontratos sellados por la CEOE, lo que les obliga a vivir con cuatrocientos euros en una sociedad como la lapona, con un nivel de vida altísimo. Se dan numerosos casos de alcoholismo élfico, así como de sospechosas conductas asociativas, que algunos medios han vinculado ya a los sabotajes del espíritu navideño que se vienen repitiendo en los últimos días. Mientras tanto, su líder sindical, Oberón, continúa en paradero desconocido. De los renos que no sufrieron los efectos del último ERE se dice que, seguros de que pronto llegará el copago veterinario, están buscando una salida en una fundación con mucho ánimo de lucro -con o sin duque, lo que surja- o en un concurso de telerrealidad que les abra las portadas del Interviu-edición Rovaniemi. Rudolph, de momento, ya se ha operado los pechos.

7. Para que esta primera entrega de fin de año no acabe en alarmismo, me despido con la mejor metáfora-propuesta que he escuchado hasta ahora de entre los millones y millones de comentarios y análisis de la situación de estos años. La del incomparable Santiago Auserón (qué buen disco Río Negro, qué buena mezcla de diversión y sutileza, de mirlos y dientes de oro) que resume bien lo que cabe hacer después de esta tormenta (qué mas da que la escribiera a partir del Katrina, encaja perfectamente también ahora) si, como parece,  arrasa todo lo que habíamos creído acumular, dejándonos descalzos:
El río llegó a mi puerta
Sin pedir permiso entró
Cargó con todas mis cosas y luego
Las abandonó
Pies en el barro
Nada que perder
Voy a andar paso a paso sin correr
Pies en el barro
Lo más sensato es
Olvidar los zapatos que compré
Casas, jardines, deseos
Sueños de los hombres son
Cartas escritas en tinta que el agua
De lluvia borró
Pies en el barro
Nada que perder
Voy a andar paso a paso sin correr
Pies en el barro
Lo más sensato es
Olvidar los zapatos que compré

http://www.myspace.com/juan-perro/music/songs/pies-en-el-barro-52670076

lunes, 5 de diciembre de 2011

THE WALKING DEAD

                                    Me gustas cuando palmas porque estás como ausente…

              
    No, esta entrada no es sobre Zapatero. Lo prometo. Tampoco sobre la recién casada de Alba, ni, aunque el título del post pueda llamar a engaño, sobre las desfilantes de la pasarela de Milán. No. Estamos aquí para hablar de una serie de televisión. Una con despliegue generoso de huesos mondados, pieles colgantes, brazos arrancados y mejillas descarnadas (literalmente). Una donde la perfección en la creación de zombis y la efectividad del suspense, el susto y la violencia extrema son paralelas a una pobreza de diálogos que hace pensar si no habrán sido escritos por uno de los caminantes protagonistas. Eso sí, siempre, digámoslo como los críticos de cine, “con una factura impecable y un ritmo trepidante”. Uno no puede dejar de mirar, pero odia querer mirar, como “Sálvame” pero con vísceras…bueno, como “Sálvame”, a secas. 


Se trata de la enésima reconstrucción del llanero solitario y de la épica del individuo, tan querida para la industria cultural norteamericana, pero con una vuelta de tuerca: con los nativos americanos, los soviéticos, los chinos, los japoneses o los terroristas islámicos (todos ellos malos-malísimos-malérrimos) la cosificación, la despersonalización no podía ser completa, y por tanto la violencia, la saña, la inhumanidad en el trato al enemigo tenía algún límite. Los marcianos, aliens, etc. no valen, porque pese al esfuerzo por dibujarlos/construirlos como seres antropomorfos (tan eficiente que ya no caben de otro modo en la imaginación colectiva), no dejan de parecer bichos infectos y, claro, matar bichos no es lo mismo que matar terroristas. 

Los zombis, los fiambres caminantes molan mucho más. Antes fueron personas. Todavía lo parecen, en diferentes grados: algunos, apenas desfigurados, solo andan un poco raro, tal si Fraga hubiera perdido la corbata; otros parecen esqueletos sobrantes de la decoración de Halloween de una serie infantil a los que les han echado por encima una chaqueta –en la post-muerte refresca por las noches-. Pero todos, confeccionados con un realismo y un preciosismo indiscutibles, son el enemigo ideal del grupo de supervivientes, sobre todo de su líder y el correspondiente escudero: pese a haber sido humanos, al atravesarles la cara con una flecha, empalarlos o reventarlos a tiros no cabe la duda, el remordimiento, el trato digno. El asco puede alcanzar cotas altísimas en prime time sin herir ninguna sensibilidad. Incluso cuando se trata de un personaje que ya conocíamos y al que alguien querría no matar, su inconfundible yo-zombi deja bien claro, con la cara de pasmo y los ojos inexpresivos, como si se le hubiera ido la mano en la lectura de libros de autoayuda o en las clases de kundalini yoga (un día hablaremos del tema, que hemos abandonado desde nuestra incursión, hace ya meses, en el yoga de la unidad)...deja bien claro, decía, que solo cabe la eliminación, el mamporro mortal sin titubeos. 

No sé si el cómic original es distinto.  En la serie, en medio del caos poblado de muertos vivientes en manadas, los vivos, estadounidenses ellos,  demuestran que hasta el último cajero de un banco esconde un guerrero implacable capaz de sobrevivir en circunstancias extremas. El culto a la violencia y a las armas, la visión reaccionaria, sexista, racista e individualista de la industria cultural estadounidense se reproducen aquí casi sin variaciones, y, así, no puede sino enganchar: muchos, en muchas partes del mundo, crecimos con esa narración, encaja como un guante de seda ensangrentado en nuestro horizonte de expectativas. De hecho, solo le faltan las persecuciones de coches o motos, porque, al parecer, después de muertos nos quitan todos los puntos del carné.
Quería terminar como he empezado, con un verso amoroso, y me ha venido el famoso poema de Dulce María Loynaz:, “Si me quieres, quiéreme entera”, pero no es apropiado para las enamoradas con cadaverina.  Sí es apropiado, tanto que se diría que Blas de Otero había visto la serie, aquel soneto llamado “Un relámpago apenas”:

Besas como si fueras a comerme.
Besas besos de mar, a dentelladas...