lunes, 30 de enero de 2012

Iluminados 2.0

Ha tenido Esperanza una revelación, al estilo de la beata Emmerick, pero comiendo (nadie la acusará de histeria, ni de bulimia, ni anorexia, a Esperanza, digo, la otra era una recopilación viviente de enfermedades nerviosas): la salvación está en Las Vegas. Juego, dinero, barra libre de impuestos y, si fuera necesario (no lo dijo porque estaba delante Ana, que es muy sentida en asuntos de decoro), prostitución legal y con alfombra roja. 
Al día siguiente, algo defraudada por el escaso éxito de esa primera revelación, tuvo otra, que para eso los profetas tienen conexión directa con la divinidad y se les revela lo que les sale de los ovarios (o los cojones, en el caso más frecuente de profeta masculino), a demanda. La segunda revelación de Santa Esperanza ya la conocen ustedes: voluntarios para cubrir los servicios públicos. Qué locura esta de pagar bibliotecarios. Si los pobres quieren leer, que ellos mismos atiendan las bibliotecas públicas, joder, que es que lo quieren todo. Encima de que les traemos los casinos y las putas, nos vienen con que sus hijos tienen derecho a leer... 
         Solicito desde ahora mismo la beatificación de Esperanza, y que Mel Gibson haga una película con sus revelaciones, tal y como hizo con las de la beata alemana. Como le va la sangre (a Gibson, digo), que despedacen unos cuantos obreros, despellejen a los vagos de los profesores y quemen vivos a los niños que no alcancen la excelencia, o mejor, al estilo de la modesta proposición de Swift, que se los coman los parados y resolvemos dos problemas de una sola tacada.

Por último, como parece que para la divinidad, comer y revelar, todo es empezar, hoy leemos en El Mundo una "iluminación" de Arcadi Espada. A partir de un post muy interesante de un blog (que habla principalmente de la educación de adultos), el ínclito profeta llega a esta conclusión: "El colegio. Un dinosaurio costoso, infeliz e ineficiente." No quiero ni comentarlo, porque me pondría grosero, y porque hay gilipolluás que no merecen regarder. Eso sí, considero, en mi humildad, que si la Iglesia inicia el proceso para incluirlos en el santoral, el señor Espada y Esperanza deberían compartir altar, que estamos en tiempo de recortes y hay que beatificar y canonizar con moderación.

miércoles, 18 de enero de 2012

Esto no es la entrada de un blog

Ni un homenaje a Magritte. Ni el resultado de la fiebre del primer gran catarro del año (un servidor, con fiebre, piensa igual de mal que sin ella). Esto es solo una exclamación cibernética, un arqueo de cejas digital, un grito de estupor ante las cifras de ventas de libros que publica hoy ABC: lo más vendido en 2011, la dieta Dukan y el Indignaos, de Hessel. O, dicho de otra manera, los libros que más han comprado los españoles en 2011 son aquellos en los que, prácticamente, no hay nada que leer. Tres consejos, dos consignas, una tabla de calorías...el tiempo de tres telediarios, de dos programas de deportes de cuatro, de un bloque de publicidad de Tele5. 
 
Aún no he cerrado la boca, porque, cuando me disponía a darme un masaje para tratar de recuperar el movimiento de la mandíbula tras la lectura del titular, llegué al segundo párrafo de la noticia:
“... una bajada de las ventas del 4% y el descenso de la facturación, que se cifra en un 3%. No obstante, el precio medio de los libros se mantuvo alrededor de los 14,3 euros por ejemplar.”
   ¿Que los precios de casi todo han bajado por la crisis? ¿Que las promociones, rebajas, ofertas, regalos, oportunidades les parecen a la mayoría de comerciantes, productores y distribuidores de CASI TODO la mejor manera de combatir la caída del consumo y la pérdida de poder adquisitivo de buena parte de la población (acentuada por la superstición interesada de la lucha contra el déficit)? ¿Que esa parece ser la única manera de salvar las ventas? Eso es lo que parece dictar el sentido común, que ha invadido masivamente las tiendas y centros comerciales de este país. Pero no toda Hispania está ocupada: aún hay una pequeña región, rodeada de campamentos romanos, digo de tiendas con rebajas, que se resiste al invasor. Se trata de la aldea de Librix. Nadie ni nada les hará entrar en razón. Los precios, ni tocarlos. Será que tienen una pócima mágica, y algunos idiotas no nos hemos enterado. Igual compro la edición de lujo de la dieta Dukan, a ver si está ahí la receta.
  

martes, 10 de enero de 2012

Descargar o morir

              Dice Olmos en su última entrada una obviedad que necesita ser repetida de vez en cuando. La facilidad del acceso a la música, el cine y la literatura en la red acaba convirtiendo la escucha, el visionado o la lectura en secundarios respecto de la descarga. Algo así como un tío/una tía que dedicara todo el tiempo a ligar en los bares y conseguir los teléfonos y las cuentas de facebook de tantos tíos/tías follables como pudiera, sin encontrar el tiempo para acostarse con nadie porque está ocupado en conseguir más posibles polvos. Como de hecho les pasa a muchos en la vida analógica, lo esencial para el cibernauta no es follar , sino poder follar. La potencia sustituyendo al acto. Lo importante es descargar miles de canciones, no escucharlas.
              En Estados Unidos, donde hay incluso quien paga por descargar legalmente (lo prometo, se han dado casos, documentados  ante notario para los Santo-Tomás españoles que no dieran crédito), una muchacha puede recibir en su, pongamos, diecisiete cumpleaños tarjetas de regalo de tiendas online suficientes para acumular canciones que no tendrá tiempo de escuchar (al menos una vez, de escuchar discos enteros varias veces ni hablemos, eso sucedía en el paleolítico superior) antes de los treinta, suponiendo que dedique tres o cuatro horas diarias a escuchar música.

 Digo esto para que no parezca que trato de hablar de la piratería, la ley Sinde o las webs de descargas que tan buen negocio hacen de la “gratuidad” –dicen- de la cultura del futuro. No. No quiero hablar de eso. Pero es que, legal o ilegal, descargar se convierte en una actividad de ocio en sí misma, en la que se invierte el tiempo que teóricamente se podría dedicar a disfrutar de los discos, las películas y los libros descargados.  Y luego está el modo en que se escucha, mira o lee: la falta de pausa de la que ya hablamos aquí, la discreta o no tan discreta presión por la abrumadora oferta, la pulsión de lo más vendido a un solo clic, la devaluación de la experiencia, tan accesible y repetible,  la fragmentariedad. No se me malinterprete, soy nostálgico pero no “a lo Adorno : tengo lector electrónico, disco duro multimedia, aprecio la facilidad de compartir las cosas que disfruto con mis amigos y estoy abierto a dar con ciberpoesía que realmente valga la pena, aunque todavía no me haya sucedido. Ahora bien, estoy seguro de que la forma de leer o escuchar música cambia también desde el punto de vista psicológico y filosófico, no sólo desde el de su soporte, portabilidad o acceso.  A falta de que el libro de V.Luis Mora sobre el lecto-espectador me aclare las dudas, no tengo ni puta idea de adónde van los cambios, de cuáles son exactamente las diferencias entre mi lectura ahora y hace veinte años o entre la mía y la de un “nativo digital” (más allá de las evidentes, las motivadas por la edad, la experiencia o las lecturas previas): de la lectura antes y después del Kindkle, antes y después de las descargas en 30 segundos, antes y después de los blogs de reseñas y la publicidad selectiva en internet. En fin, que, como siempre, estoy en la oscuridad y sin visos de ver la luz. Eso sí, respecto al reparto de mi tiempo, salvo algún momento de debilidad o despiste, no tengo miedo. No me arrastrará la corriente digital más allá de lo necesario, y no por inteligencia, de la que nadie podrá acusarme. Estoy a salvo por puro hedonismo: es que donde se ponga leer, abandonarse a la música y follar, follar de verdad, que se quite todo lo demás.